domingo, 6 de abril de 2008


Espécimen objeto del control rutinario:
Sofía Fierro Caride.
Edad: 29 años.
Altura: 1,72 cm.
Peso: 112,6 Kg.
Especie:
Humana.

Sexo: Hembra.
Fecha y hora: 12 de abril de 2108. 05:10 A.M.
Ubicación: Módulo 46.673.355. Ciudad Prima.
Estado del sujeto: No presenta indicios de comportamiento anómalo. Todas las señales vitales son estables. Movimientos visibles casi nulos, dentro de los parámetros normales. Ondas cerebrales levemente arrítmicas, con intervalos de actividad media-alta. Generando placa de ondas captadas. Enviando orden a unidad de seguridad de nivel 2 junto con la placa, para chequeo más preciso. Medicación en orden, se observa aumento de la dosis. Control concluído. Abandonando módulo para continuar con el protocolo de vigilancia en otros especímenes.

_________

Algo no iba del todo bien. En aquella ocasión, la unidad de control se había detenido más tiempo del normal en su módulo. Por el rabillo del ojo, Sofía observó cómo la máquina emitía señales verdes y rojas en secuencias irregulares, y finalmente de ella se desprendía una pequeña placa que levitaba y que salió del módulo con un zumbido, antes de que la unidad principal abandonase también la estancia.

La sensación tirante de entumecimiento en los músculos se había intensificado en frecuencia e intensidad en los últimos días. Quizá el robot lo había captado y pensaban hacerle otro chequeo médico. Debía de ser eso. La unidad médica le había aumentado la dosis de la medicación hacía dos días, pero un chequeo en condiciones seguramente era lo que necesitaba.
Respiró hondo y volvió a dirigir su atención hacia el monitor.


***

Habían pasado un par de horas. Los ojos le escocían frente a la pantalla, ya que era la única luz que había en la habitación y le molestaba sobremanera, así que decidió despejarse durante cinco minutos. Giró el sillón y dio un par de vueltas lentas por el módulo. Con una mirada, cambió el paisaje nocturno de la ventana por uno montañoso. Otro movimiento de sus ojos activó el aire acondicionado, encendió la luz
y puso música. Solía escuchar jazz cuando necesitaba animarse, aunque había que reconocer que el jazz tocado por máquinas perdía algo del sentimiento con que lo tocaban los músicos que ella recordaba haber escuchado en antiquísimos CDs en casa de su abuelo. Realmente sabía que no había tenido ningún abuelo, que había sido creada en una planta de clonación como el resto de los humanos de su generación; pero a cada ser humano le era introducida una información en el cerebro, recuerdos artificiales que podían ser actualizados por Intranet cada cierto tiempo.
Los recuerdos de Sofía la situaban en una casa moderna de Ciudad Prima, antes de que las viviendas fuesen demolidas para construir los funcionales módulos. Ella vivía allí con su abuelo, un músico retirado y apasionado por el jazz. Recordaba que el hombre tenía unos ojos oscuros y brillantes, ojos que cerraba en aquellos ratos en que tocaba el saxofón y parecía fundirse con él. También podría describir su olor, si se lo proponía. Era un olor a café recién tostado, y a espuma de afeitar. No dejaba de ser curiosa la exactitud de los recuerdos de Sofía, teniendo en cuenta que nunca habían sido reales.
El jazz resonó por todo el módulo. Podía subir el volumen cuanto quisiera, puesto que los módulos estaban insonorizados hacia el exterior. Canturreó entre dientes y cerró los ojos, concentrada como estaba en la melodía, y sus temblores musculares cesaron poco a poco.

***

Dieron las 9 de la mañana; había concluído otra jornada de trabajo más. Bostezó, y dirigió el sillón hacia el armario para buscar ropa limpia. Un monitor en la puerta le indicó la combinación de colores que mejor le quedaría teniendo en cuenta las prendas disponibles. Sofía eligió un conjunto de color azul discreto.
La cabina de ducha estaba hecha a su medida. Sólo tenía que situarse en el centro y diversos ingenios mecánicos la enjabonaban y masajeaban su dolorida espalda con chorros de agua a la presión adecuada. Cerró los ojos, alzando la barbilla para que el agua cayese hacia atrás. Aquel era uno de los pocos momentos del día en que las sensaciones no eran estimuladas por impulsos eléctricos en su cerebro, y era una sensación particularmente agradable para ella. ¿Cómo describirlo? Era el momento en el que se sentía realmente viva.

De vuelta en el sillón, se preguntó qué haría hoy. Se acercó a la consola, dio unas órdenes silenciosas sirviéndose de los sensores del sillón, y varios conectores se activaron en la consola y salieron disparados, buscando los terminales del cuerpo de Sofía, para poder conectarla a Intranet. En sus retinas apareció la imagen del navegador.
Vio una vieja película que otro romántico había subido a una página web, se descargó canciones de jazz, chateó con personas a las que nunca había visto ni jamás vería, entre ellas una especie de ligue que tenía desde hacía unas semanas. Los seres humanos, más bien parecidos a babosas cebadas atrapadas en sus sillones, en Intranet se convertían en hombres y mujeres de apariencia atlética y muy atractiva. No necesitaban de la reproducción, ya que eran clonados in vitro, pero como los impulsos seguían presentes -al fin y al cabo, seguían siendo animales pensantes-, se habían preocupado de buscar los medios para que las sensaciones que aportaban ciertas páginas de Intranet fuesen muy reales.

Sofía se desconectó un rato más tarde. No tenía que cocinar ni limpiar, tenía robots domésticos para aquellas tareas tan tediosas. Tampoco había nadie con quien hablar, ya que los humanos no salían jamás de sus módulos; y como no conocía a nadie, tampoco tenía nadie a quien llamar. El bricolaje no era necesario, el módulo no tenía ningún desperfecto (se había construido así a propósito).
Muchas veces pensó en tener una mascota, pero el último perro robótico que había tenido se había quedado sin batería a los tres meses y no se había molestado en comprarle otra. La fotografía había sido una afición divertida hasta que se aburrió de fotografiar su módulo; se dedicó entonces a modificar con programas de diseño fotos bajadas de Intranet, de hecho tenía una web propia en la que otras personas admiraban sus trabajos, pero modificar fotos todos los días acababa por aburrir a cualquiera.
Suspiró. Sería un día muy largo.

***

Se despertó con un sobresalto. Se había quedado dormida en el sillón; le había despertado un movimiento repentino de contracción de sus piernas.
Las observó, preocupada. Otra contracción. Igual en los brazos. Notaba todos y cada uno de sus músculos, sepultados bajo la capa de grasa que almacenaba su cuerpo, tensándose y agitándose, como si quisieran desprenderse de aquel enorme peso que les oprimía y les impedía moverse con libertad.

Era insoportable. Sintió ganas de gritar, de salir corriendo, de destrozar cosas y cansarse, de liberar aquella energía contenida que la estaba volviendo loca. Su cuerpo no le obedecía, se debatía por salir de aquel dichoso sillón y hacer algo, lo que fuese. Sentía cómo una oleada de frustración se iba extendiendo en su interior. Hasta que no pudo aguantarlo más.

Saltó del sillón y corrió todo lo aprisa que sus piernas le permitían, que no era mucho, ciertamente. Arañó las paredes, tiró el jarrón al suelo, que se hizo añicos. Volcó los escasos muebles y se puso a golpear la mesa hasta astillarla, abrió la ducha y se empapó entera, subió la música, cantó a gritos siguiendo la cadencia del saxofón; aún tenía el mismo disco de jazz en el reproductor. Chorreando, se acercó a la consola y descargó toda su furia contra ella , golpeándola con una pata de la mesa que acababa de destrozar.
Liberó a gritos su rabia, que salió a borbotones de ella con un rugido triunfal. La consola se cortocirtuitó, y ella cayó al suelo entre una lluvia de chispas, observando con euforia las llamas que brotaban de los mandos.

Oyó a sus espaldas cómo la puerta se abría y por ella entraban varias unidades robóticas de seguridad, pero no le importó lo más mínimo. Reía a carcajadas, una risa demente y desquiciada, quizá más cuerda de lo que parecía. Intentó arrancarse los terminales de los brazos hasta hacerse sangre, ignoró los brazos mecánicos de la unidad robótica que la sujetaban haciéndole daño. Entonces chilló y se revolvió, intentando soltarse de la presa del robot. La máquina le inyectó un tranquilizante de color verdoso.

Sofía seguía en el suelo, riendo. Nunca se había sentido tan vibrante de energía. Supo que daba igual lo sencilla que hiciesen la vida las máquinas, porque lo que hacía interesante vivir era el hecho de tener algún reto al que enfrentarse uno mismo. El tranquilizante empezaba a hacerle efecto, sentía que por sus venas circulaba dolorosamente el líquido, congelando los tejidos a su paso.

Quizá no fuese un tranquilizante, después de todo.
Pero de todas formas aquello no tenía la más mínima importancia, porque, con un chasquido, su marcapasos eligió aquel preciso momento para detenerse.

Las máquinas de limpieza que aparecieron a las pocas horas encontraron su cuerpo tirado en el suelo, con una sonrisa ausente en la cara y los ojos mirando al infinito; a oscuras, era acariciada por las llamas, sobre el suelo encharcado por el agua de la ducha, rodeada por cables que soltaban chispas a intervalos desiguales.
Si una máquina hubiese entrado en el módulo, se habría cortocircuitado. Así que hicieron lo único que podían hacer: sellar el módulo y dejarla allí,
consumiéndose en su altar de destrucción, imponente y serena, como una diosa del caos; seguramente una de los pocos seres humanos que había muerto como tal, quizá más viva que muchos de los que seguían en este mundo.

¿Locura? Quién sabe. Yo no lo creo.


4 comentarios:

Goblinoide dijo...

Toma tercera parte, Madhy ;p hale, hale, esta vez podrás hartarte de leer ;p

Un abrazo, y perdón por hacer esta parrafada... es que cuando me pongo a escribir, no calculo ^^U y pasaba de poner un cuarto trozo... Pero en fin, ya se acabó, podréis dormir tranquilos.

Madhatter dijo...

NO, no podré dormir tranquila. da mal yuyuuuuuuuu.


mmmmmmmmmmm snif, snif mmmmmmmmmmmmmm

pi pi pi pi pi pi (Crying mode_on)

Madhatter dijo...

Bueno, de todos modos, me ha gustado mucho tu forma de escribir, las descripciones son geniales.
Pese a que el tema de la historia sea tan profundo y de tanto que pensar....



pi pi pi pi pi pi (crying mode_on)

El Extremeño dijo...

Al fin pudo los impulsos, ¿eh? Me encanta, aunque el tema es realmente profundo y da que pensar...
Una historia genial ^^, me alegro que al final Sofía se dejara llevar, jeje.

Un abrazo ^^