Paseo nocturno

Anochece. El cielo, tras unas horas de perezoso color rosado, se vuelve azul oscuro. Hoy es un azul oscuro nebuloso, pues el tiempo amenaza lluvia. Un azul en movimiento, y a la vez muy pesado, como si la ciudad se hubiese sumergido en un océano profundo y en calma. Tan en calma que nadie parece haberse dado cuenta de que ahora la ciudad está en el fondo, bajo toneladas de agua.

Esta noche he salido a pasear. Siempre paseo cuando necesito relajarme, respirar hondo el aire fresco, y pensar...
Dicen que "amar" jamás debe significar lo mismo que "necesitar". Que la pareja perfecta es aquella en la que las dos personas se complementan, sin depender el uno del otro. Qué frío suena, ¿verdad? Quizá es un fallo mío, y dependo demasiado de él... Quizá debería ser capaz de estar tan feliz como siempre esos días en los que la carrera nos impide quedar, esos días en los que me siento como una pesada cada vez que le llamo para molestarle con un "te echo de menos" que no viene a cuento, y le quito tiempo cuando no le sobra... Pero le quiero tanto...

Me saca de mis pensamientos el viento que aúlla entre los barrotes de una verja. Pero ya no es viento, sino el gemido de una ballena, un canto largo y melancólico, un sonido hueco que retumba en la cabeza y se aleja pesadamente, ondeando, por el agua que inunda las calles de esta ciudad submarina. Siento aliviada cómo ese sonido gutural vacía mi mente, y me dejo conducir por él, serpenteando entre los edificios.

Cuando la lluvia comienza a caer con fuerza, las gotas cayendo sobre el asfalto recuerdan el sonido de las olas golpeando contra las rocas de la costa. Echo a correr, pero no para resguardarme del chaparrón. Me gusta sentir las gotas corriendo por mi piel. Me gusta empaparme, dejarme arrastrar por el viento, pisando los charcos, qué mas da... Siento, cosa extraña, que bajo el agua, mi piel respira... Y llega un momento en el que soy lluvia y viento, soy las gotas que caen sobre esa chica que corre por la calle, pero que ya no soy yo, porque yo soy el viento que le revuelve los rizos.
Poco a poco, la lluvia va amainando. Se me escapa un suspiro de felicidad, que se oye claramente en medio de la noche. ¿O ha sido el viento?

Recorro las calles, bañada en la luz azulada de la Luna. El viento se debilita cada vez más, mientras las ballenas se alejan nadando en la oscuridad. Las nubes también se retiran. La ciudad, poco a poco, vuelve a emerger de las aguas.

Ahora, simplemente es de noche. Y esa loca empapada de ahí sólo está dando un paseo.