miércoles, 2 de diciembre de 2009

Hijos de Fenris

Hace nada se renovó un ejército que siempre me ha llamado la atención de Warhammer 40K: los Lobos Espaciales. Me gustaron enseguida por su trasfondo; yo siempre he tenido cierta manía a los marines espaciales, tan clónicos y fanáticos ellos. Pero los hijos de Fenris no eran así en absoluto.
Cada uno de ellos tiene su identidad dentro de su manada, todos se conocen entre sí por las noches de celebración en las tabernas y las historias junto al fuego. Todos aspiran a entrar a formar parte de las leyendas, así que cualquiera de ellos tiene tanto valor (y es tan temerario) como el más grande de los héroes, y les gusta tener iniciativa, lo que les suele crear un problema de insubordinación. Vamos, que no son soldados clónicos que no se cuestionen las cosas. Lo cual les hace especialmente interesantes para mí ^^
Además de un valor añadido: los lobos, por supuesto. Estas bestias acompañan frecuentemente a los Lobos Espaciales y les sirven fielmente, tanto como monturas (hay lobos realmente gigantescos en Fenris) como de rastreadores, cual perros de caza.

Si quieres ser capaz de dirigir con éxito una manada de Lobos, debes ganarte primero su respeto, porque para ellos un cargo militar no es más que un título; el respeto se gana con valor y demostrando tus habilidades sobre el campo de batalla.
Eso sí, si tus hombres te aprecian, puedes estar seguro de que te seguirán hasta la boca del Infierno y más allá.

Tengo en mi poder el libro de ejército desde hace unas semanas, y estas navidades pienso sacar partido de las nuevas y espectaculares miniaturas para crear una manada cuya gloria será recordada en las sagas y leyendas ^^



Para que os emocionéis como yo, brevemente os cuento cómo es su planeta natal, Fenris, y cómo es el rito de iniciación.


Fenris es un planeta que está congelado por completo, prácticamente todo el año (cada año fenrisiano equivale a unos dos años terrestres), salvo en "verano". Bien, imaginaos el panorama: hay una gran isla, llamada Asaheim, que sirve como base de los Lobos. El resto del planeta son pequeñas islas aisladas e igual de congeladas, donde viven tribus bárbaras que consideran dioses a los Lobos de Asaheim.
Supongamos que sois un bárbaro de una de esas tribus. Vuestra vida es la siguiente:
Comenzáis el "invierno" construyendo una aldea que pueda resistir el frío que se avecina, y luchando contra otras tribus para conservar todas las provisiones posibles y conseguir más (de hecho, los de las otras tribus intentan lo mismo). Si sobrevivís al invierno, llega la mejor parte del año: en verano, Fenris se acerca a su estrella, el hielo se parte y la roca se resquebraja, originando terremotos y dejando salir lava, que fluye por gran parte del planeta. Asaheim, la isla de los dioses, se mantiene a salvo todo el año, pero el resto tenéis que luchar por sobrevivir, y cuando termina el verano, vuelta a empezar con la reconstrucción, las luchas y el acopio de víveres.


Quizá, si eres un buen guerrero, un extraño encapuchado de grandes dimensiones se te acercará una de esas noches de invierno en la taberna, y te ofrecerá acompañarle en mitad de la ventisca. Si aceptas, nadie volverá a verte. Será entonces cuando se inicie tu aprendizaje para convertirte en un Lobo Espacial.

Entenderéis que después de la vida que estos bárbaros han llevado hasta ese momento, ser marine no puede ser tan duro. Pero en el caso de los Lobos, lo es, creedme.
Porque primero debe superar la Prueba de Morkai:
El pretendiente a Lobo debe recorrer primero los 1600 Km que se extienden más allá de la Fortaleza del Colmillo, en Asaheim. Una vez conseguido (si sobrevive al frío y los depredadores) bebe de la Copa de los Wulfen y su cuerpo absorbe por primera vez la semilla genética de Russ, el Canis Helix. La semilla comienza a hacer efecto, y el dolor se apodera del bárbaro, mientras comienza a transformarse en una bestia babeante, que entre horribles espasmos es expulsada de nuevo al exterior para hacer el camino de vuelta (sí, otros 1600 Km) hasta el Colmillo.
Sus ojos se amarillean, sus huesos se doblan y retuercen, le brotan mechones de pelo y le invade un ansia incontrolable de sangre y carne fresca. La masa de su cuerpo llega a aumentar casi hasta el doble de lo que era (y ya era grandote, os lo aseguro, para haber sobrevivido hasta su edad en Fenris).
El desdichado bárbaro debe hacer un esfuerzo sobrehumano para que su mente no sucumba a la de la bestia; si no lo hace, se convertirá en un monstruo denominado Wulfen, que habrá sucumbido a la maldición y estará condenado a deambular por la estepa para siempre (y será uno de los depredadores que amenacen a futuros iniciados en su Prueba de Morkai).
Sí, es muy dura la cosa, pero por lo visto sin el Canis Helix no podría implantarse después el resto de la semilla.

Si el bárbaro sobrevive a la transformación y regresa al Colmillo (sorteando wulfen y depredadores varios, claro), le será implantado el resto de la semilla genética de los Lobos, estabilizando el Canis Helix y completando su transformación.
Nota: Una parte de los que llegan hasta aquí terminan por sucumbir igualmente a la maldición de los Wulfen.
A pesar de todo, algunos (pocos) llegan a superarlo y entran a formar parte de la manada, al servicio del Emperador, y su vida de trabajo duro, camaradería y parrandas de taberna no habrá hecho más que empezar.



Sí, amigos, llegar a ser un Lobo Espacial es más difícil que cualquiera de las iniciaciones de los otros capítulos de Marines Espaciales. Eso explica porqué cada uno de ellos es tan valioso como soldado, y porqué prefieren tomar sus propias decisiones en vez de fiarse de las de sus "superiores": después de todo lo que han sufrido para llegar aquí, luchar armados contra demonios y hordas de alienígenas es una tontería para ellos, ¿verdad? :P


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